Puedes elegir
Luis se levantó de la cama aquella mañana con el cuerpo pesado. Su mente estaba nublada, sus manos adormecidas, su rostro lucía sombrío. Fue por la taza de café que le preparaba con diligencia su madre y tomó un sorbo escuchando los parloteos incesantes de la misma.
La mujer hablaba del clima, de que si la ropa se le iba a mojar si llovía, de la economía del país. Su lengua no paraba, parecía tratarse de un radio maltrecho. Luis desconectó su cerebro, se quedó mirando a la nada, con los ojos fijos en el vacío.
Cuando terminó de calentar su estómago con aquella bebida azucarada regresó a su alcoba y cayó de espaldas en la cama. Se cubrió el rostro con el brazo mientras se preguntaba ¿Qué día era? ¿Cuánto tiempo llevaba así? ¿Desde que fue despedido del trabajo? ¿Tras el engaño de su última novia?
Iba a dejarse llevar por el sueño, cuando alguien le habló.
—A este paso vas a acortar mi vida útil Luis —le dijo su cama y el hombre la imaginó con un rostro enfurecido. —¿No deberías al menos caminar un poco? Ya pasaste doce horas tendido, ¿No te cansas de estar echado?
—No —fue la escueta respuesta que le dio el hombre.
—Deberías dejarlo ser —replicó el televisor pantalla plana full HD 4k —a ti al menos te usan, a mi ni me mira. ¿No quieres ver algo Luis? —interrogó al joven —Netflix actualizó su catálogo, seguro hallarás alguna serie que te atrape…
—No —repitió el tipo.
—No lo molesten, dejen que se duerma o pasará horas revisándome sin ver nada en concreto —se quejó el teléfono —Duérmete ya Luis. ¿eso es lo que quieres no? ¿Dejar de pensar?
El hombre asintió en silencio y se acomodó para que el sueño lo alcanzara, y cuando su cuerpo se relajó y sus facciones se suavizaron, abrió los ojos de par en par cuando escuchó su propia voz.
—¿En esto me voy a convertir? —cuestionó su yo infante quien lo miró con pena. El Luis del presente no creía lo que veía, frente a él, estaban de pie sus dos versiones, la del futuro y la del pasado.
—Tienes la opción de elegir —le respondió el Luis envejecido del futuro.
—Pues está claro que no quiero elegir convertirme en eso —refunfuñó el niño poniéndose rojo.
—Te estoy escuchando —replicó el Luis del presente sentándose —al menos deberías elegir ser más amable.
El pequeño le sacó la lengua.
—Bueno como sea, ¿No se suponía que sería policía? No nací para ser un cuerpo inerte tirado en una cama. ¡Mucho menos que escucha voces! —gritó.
—Puedes elegir —le repitió el Luis envejecido.
—¿Para esto fue que nací? —se preguntó el niño a sí mismo preocupado. ¿Eso es lo que me depara el futuro?
—Puedes elegir —repitió el nombre. Y como si fuese una revelación, el Luis del presente repitió las mismas palabras.
—Puedes elegir —susurró. Luego, se levantó y lo dijo con una voz más alta —puedes elegir —caminó hasta las ventanas y comenzó a quitar todas las cortinas para que a su alcoba entrara la luz del sol —puedes elegir.
Como si estuviese poseído, el hombre comenzó a moverse de un lado a otro, organizando aquel desorden en el que vivía.
—Puedes elegir, puedes elegir, puedes elegir, puedes elegir —no dejaba de repetir.
Sus dos versiones, incluso el televisor, la cama y el celular lo miraron con orgullo, había esperanza en el ambiente.
—Puedo elegir —se dijo así mismo mientras se secaba una lágrima. Y era cierto, Luis, podía elegir.
Nota: La especificación del televisor no era necesaria, pero me pareció gracioso añadirlo. (Cosas mías)
Este relato se me ocurrió esta mañana mientras lavaba los platos (allí los pensamientos reveladores nacen)
Y nada, espero que les guste. Sé que elegir no es tan simple, una cosa es decirlo y otra hacerlo, pero creo que leyendo esto al menos siento esperanza.
edit
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