El inicio del fin / Relato

| 20 sept 2020 | |

—Tenemos que irnos. ¡Ahora! —gritó el hombre con la desesperación plasmada en su rostro.

La mujer que estaba acostada en el suelo de aquel amplio bosque, se levantó con rapidez sintiendo que el pánico la invadía. Siempre llegaban a ellos, nunca podían tener paz. Michael y Alessandra llevaban un año entero huyendo de los zombis.

Sus movimientos fueron automáticos, tomaron sus morrales y comenzaron a correr. Él iba adelante y ella lo seguía en medio de jadeos. Michael era rápido, Alessandra contempló su espalda y el movimiento de su cabello con el viento. Reconoció que quizá ella era una carga, si seguía viva, todo era gracias a él.

Mientras el remolino de pensamientos hacía eco en su mente, giró su cabeza en dirección al sonido. Tres muertos vivientes iban detrás. Sus brazos colgaban a los lados, pero mantenían una forma de arco. Sus ojos estaban rojos y sus bocas abiertas denotaban ansiedad.

No pudo mirar más, porque tropezó con la rama de un arbusto y su cuerpo fue a dar al suelo. A pesar de que puso sus manos para amortiguar la caída, la fuerza del impacto hizo que su cabeza rebotara. Todo comenzó a girar, escuchó pasos, gritos, golpes; sonidos que eran recurrentes en el 2022.

—Levántate —le dijo su compañero tomando su mano. Alessandra cerró los ojos y trato de que sus pensamientos se aclararan, sin embargo, no pudo reaccionar. Sus ojos ardieron y se llenaron de lágrimas que quemaban su retina, mientras que su corazón comenzó a palpitar de forma dolorosa.

—No puedo —balbuceó, fue entonces cuando el hombre la soltó y comenzó a forcejear con uno de los zombis.

—Levántate Ale —le gritó Michael de nuevo y quizá por el tono de su voz o por la vehemencia de sus palabras, la mujer se levantó. Tomó una piedra y la lanzó con fuerza hacía uno de los zombis que perseguían a Michael. Una de aquellas criaturas yacía muerta en el piso —realmente muerta—. Para acabar con estas había que cortarles o destruirles por completo la cabeza, era el único modo de que dejaran de moverse.

Sin embargo, quedaban dos al asecho, y tras el golpe de la piedra uno de los zombis se giró hacía ella. No había nada en aquellos ojos que la contemplaban sin contemplarla realmente. Solo había ansías de sangre.

Michael sacó una daga y se abalanzó al que estaba más próximo a él. Lo siguiente que Alessandra escuchó fue un “corre” y se dispuso a hacerlo sin seguir una dirección en específico. Se concentró en el movimiento de sus pies, en regular su respiración y detallar el camino. Tenía que sobrevivir, debía hacerlo por Michael.

Apretando sus manos en puños y frenando aquellas lágrimas, la mujer corrió y corrió. Minutos después, solo escuchó el sonido de sus pasos. No había nada más. No había gritos, no se escuchaban golpes, solo había silencio.

—¿Michael? —llamó al hombre frenando de golpe. —¿Michael? —repitió buscándolo de un lado a otro. Nada. Regresó al punto del que había escapado y al llegar se percató de que había cuatro cuerpos en el suelo. Los tres zombis estaban tiesos, mientras que su amado, se aferraba a una herida que tenía en el brazo, una que parecía ser un río rojo que bañaba la tierra.

—Vete, déjame aquí, huye —le gritó a la mujer con la tristeza empañando sus facciones. —Vete —repitió con el rostro tan pálido como un papel y unos ojos que comenzaron a enrojecer ya dilatados.

—Michael —exclamó ella echándose a su lado —Michael, Michael —repitió histérica cubriendo la herida con sus manos. Ambos lloraban, contemplaban en el rostro del otro el inicio del fin. Hasta ahí los había llevado el camino, o al menos a él.

—Mátame —le pidió el hombre —acaba con esto antes de que me convierta en un monstruo.

Ella negó y juntó sus frentes.

—No sería capaz de hacerlo —murmuró aceptando el final. Tomó aire y se quedó quieta viendo comenzaba a desaparecer la razón del hombre que tanto amaba. —Te amo —añadió cuando Michael comenzó a convulsionar.

—Por favor —rugió el hombre retorciéndose en el suelo —Por favor.

Alessandra negó y apretó sus hombros. Quería sostenerlo mientras partía, servirle de compañía en medio de aquella pesadilla. ¿Qué sentido tenía correr y huir de algo que no iba a poder evitar si no iba a poder estar con él? ¿Qué sentido tenía la vida si no iba a poder verlo?

La mujer comenzó a tararear la canción preferida del hombre, lo apretó con todas las fuerzas que pudo y se obligó a sonreír. Mantuvo su sonrisa incluso cuando él procedió a atacarla y a hundir sus dientes en su carne. Ella no dejó de tararear, lo hizo hasta su último aliento.

Hasta el final de ambos.


 


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